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jueves, 9 de mayo de 2013

Pedro Salinas




¡Qué gran víspera el mundo!

No había nada hecho.
Ni materia, ni números,
ni astros, ni siglos, nada.
El carbón no era negro
ni la rosa era tierna.
Nada era nada, aún.
¡Qué inocencia creer
que fue el pasado de otros
y en otro tiempo, ya
irrevocable, siempre!
No, el pasado era nuestro:
no tenía ni nombre.
Podíamos llamarlo
a nuestro gusto: estrella,
colibrí, teorema,
en vez de así, “pasado”;
quitarle su veneno.
Un gran viento soplaba
hacia nosotros minas,
continentes, motores.
¿Minas de qué? Vacías.
Estaban aguardando
nuestro primer deseo
para ser enseguida
de cobre, de amapolas.
Las ciudades, los puertos,
flotaban sobre el mundo,
sin sitio todavía:
esperaban que tú
les dijeses: “Aquí”,
para lanzar los barcos,
las máquinas, las fiestas.
Máquinas impacientes
de sin destino, aún;
porque harían la luz
si tú se lo mandabas,
o las noches de otoño
si las querías tú.
Los verbos, indecisos,
te miraban los ojos
como los perros fieles,
trémulos. Tu mandato
iba a marcarles ya
sus rumbos, sus acciones.
¿Subir? Se estremecía
su energía ignorante.
¿Sería ir hacia arriba
”subir”? ¿E ir hacia dónde
sería “descender”?
Con mensajes de antípodas,
a luceros, tu orden
iba a darles conciencia
súbita de su ser,
de volar o arrastrarse.
El gran mundo vacío,
sin empleo, delante
de ti estaba: su impulso
se lo darías tú.
Y junto a ti, vacante,
por nacer, anheloso,
con los ojos cerrados,
preparado ya el cuerpo
para el dolor y el beso,
con la sangre en su sitio,
yo, esperando
-¡ay, si no me mirabas!-
a que tú me quisieses
y me dijeras: “Ya”.

Nos encontramos ante un poema de Pedro Salinas escrito en 1933. El poeta muestra un amor no correspondido. Es muy importante el primer verso ¡Qué gran víspera el mundo! Con esa frase comienza el poema tratando de ver lo bueno del mundo aunque éste nos de tristeza y amargura. La víspera es un término positivo y el mundo se admira actualmente desde un punto de vista materialista. 

Poner en marcha el mundo es sinónimo de amor. Uso constante de la segunda persona. Con el uso del yo demuestra que la otra persona está dispuesta a esperar. Marca de relación imperativa y del tiempo. El tiempo siempre pasa. 


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